El establecimiento de una agenda estratégica que contenga el conjunto de prioridades que se abordarán en los próximos años en el Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA) no es una labor sencilla, dado que, además de su complejo diseño, implica un proceso de diálogo y reflexión profunda con nuestra comunidad y los sectores gubernamental, empresarial y de la sociedad, que nos permita identificar y aglutinar las visiones de este diverso grupo de actores.
Un documento de amplio espectro como este es resultado de la conjunción de los anhelos, las prioridades y todo aquello que nuestra comunidad piensa, siente y busca como objetivo de vida y educacional para nuestras y nuestros alumnos en el corto y mediano plazo, así como de la sociedad que queremos construir. No podría ser de otra manera.
La Universidad es un actor fundamental que contribuye, por una parte, al cumplimiento de la obligación que tiene el Estado de garantizar el ejercicio pleno del derecho humano a recibir educación superior en el marco de la inclusión, de la igualdad y de la interculturalidad; y, por otra, coadyuva a través de la generación y transmisión del conocimiento en la creación de alternativas para la solución de problemáticas sociales, con la intención de mejorar positivamente la calidad de vida de nuestra comunidad y de la sociedad en general.
En el diseño de esta agenda consideramos, además, las principales tendencias mundiales en materia de educación superior, desarrollo social y económico, entendiendo la necesidad de incluir de manera transversal elementos que nos permitan incidir en la sociedad de Jalisco, de México y también de la comunidad internacional, en el entendido de que somos entes interrelacionados en grandes ecosistemas sociales y formamos ciudadanos globales con las habilidades y competencias que les permitan transformar su entorno.
No podemos abstraernos de la realidad que nos muestra un mundo interconectado a través de la tecnología, de la industria, del medio ambiente, pero también de cada una de las acciones que realizamos cotidianamente. La sociedad, las instituciones de educación en todos sus niveles y los sectores productivos y gobiernos urgen hoy un cambio de pensamiento.
Solo a través del diseño de políticas públicas que impliquen intervenciones efectivas podremos cambiar y generar las condiciones, necesarias y suficientes, para atenuar problemas públicos y fomentar el desarrollo en los grupos poblacionales que históricamente han sido relegados, que viven en niveles mínimos de bienestar; aquellos con los que se han acrecentado las brechas sociales, reforzando el circuito de la desigualdad social, económica y política.
En el contexto social nacional siguen existiendo brechas entre la población que accede a una vivienda, a servicios de salud, a educación de calidad y en general a una vida justa, pues hasta ahora no ha habido políticas públicas eficaces, a nivel nacional o estatal, que hayan generado impactos para garantizar el ejercicio pleno de estos derechos fundamentales.
Por el contrario, existen tomadores de decisión influenciados, en algunos casos, por corrientes anacrónicas a nuestra época, que en nombre del asistencialismo han gestado retrocesos en la apertura y la visión de globalidad que el mundo reclama.
En este sentido es que las universidades, como entes de consenso y de generación de conocimiento, podemos incidir y formar parte de las grandes transformaciones para que, de manera informada y con el rigor científico que solo se crea al seno de los claustros de especialistas, contribuyamos en la construcción de sociedades más prósperas e informadas.
La Universidad cumple una función sustantiva e irremplazable en la sociedad; de su mano han acontecido las grandes transformaciones de la época moderna y así ha sido desde la Europa medieval y en las reformas del Renacimiento. Es innegable que el quehacer institucional debe considerar los cambios en los ámbitos de la sociedad, en la ciencia, la tecnología y la innovación, elementos que transforman los modelos educativos, académicos y pedagógicos.
Como bien ha reconocido Edgar Morin (2003), la vida universitaria tiene la doble vocación de adaptarse a la sociedad y al mismo tiempo la de adaptarla hacia ella. Hoy, el rol de las universidades es más dinámico y es necesario mejorar la labor sustantiva dentro y fuera de las aulas; la realidad nos llama a tomar un papel más activo, estratégico y coadyuvante para ejercer la responsabilidad que tenemos como formadores de talentos y de seres humanos comprometidos con la sociedad, con el medio ambiente y con un mejor futuro para todos.
Nuestra casa de estudios no ha sido ajena a esta visión y luego de la pandemia ha redoblado esfuerzos para poner a disposición de la sociedad de Jalisco cada uno de los recursos que tenemos, innovando para sobreponerse a cada necesidad que se ha suscitado. Un ejemplo concreto es el gran esfuerzo realizado por académicos, profesores y autoridades universitarias para migrar, en cuestión de días, una enseñanza presencial a otra absolutamente virtual y con la cual vivimos por más de dos años; destaca también la cobertura total de los aspirantes de nivel medio superior que hicieron trámites a primer ingreso.
Mientras la incertidumbre se encontraba en su momento más álgido, no se dudó en compartir y en poner a disposición el conocimiento de las y los científicos universitarios quienes diseñaron un sistema de seguimiento epidemiológico de altísima calidad que nos permitió, junto al Gobierno del Estado, crear mesas de salud que, a la postre, se convertirían en el modelo que más vida humanas pudo salvar y que fue replicado en diversas entidades de nuestro país; además, gracias al trabajo colaborativo con los sectores productivos y con la sociedad civil, se establecieron mesas de análisis y de estrategias para la recuperación económica, la productividad y la competitividad de Jalisco.
En todos los casos hablamos de acciones que generaron un impacto positivo en las y los jaliscienses, mostrándonos que la voluntad no solo es un proceso valorativo y cognitivo, abstracto e impersonal, sino que es un acto que trasciende a las instituciones cuando el compromiso es la satisfacción del interés superior de la población.
Es un gran momento para, como generadores de conocimiento científico y artífices de futuros posibles, alentar a cada estudiante a apropiarse de su espacio para convertirse en agente de transformación de la realidad que le rodea y de aquella que con su pensamiento y acciones puede crear. El respeto por las diferencias y la perspicacia para convertirlas en motores de transformación son parte de los retos ante los que hoy debemos educar a nuestros estudiantes, fomentando las habilidades y competencias que les permitan aporta en pluralidad, conscientes del medio que les rodea y en reciprocidad al mismo.
La educación para el futuro demanda de cada uno de nosotros generar el cambio de paradigma. Con el advenimiento de la pandemia de COVID-19 quedó de manifiesto que el aprendizaje significativo puede suceder fuera de las aulas y que la unidad de las cosas, así como el mundo inmóvil y ordenado que reproduce conocimientos fragmentados y desconectados entre sí, están superados.
A partir de ello, los sistemas educativos y las instituciones educativas en todo el orbe comenzaron un proceso de transformación de sus modelos educativos, académicos y pedagógicos, así como de su gobernanza y de sus espacios físicos y virtuales, con la intención de responder a los cambios contextuales y globales. Para consolidarlo es indispensable transitar de manera colegiada hacia distintos modelos multidisciplinares en donde las diferentes áreas del conocimiento convergen y son artífices de proyectos para nuestros estudiantes y para la sociedad.
Además, en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y de la Agenda 2030, se trata de que nuestras acciones como universitarios sean propositivas. Los ODS, gestados en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible de 2012, son un compromiso global y una guía para enfrentar, entre otros, los desafíos ambientales, políticos, económicos y de educación que tenemos en puerta.
Las universidades siguen siendo el espacio por antonomasia en donde se gestan las grandes transformaciones; aquel en donde se actúa en ecosistemas sociales, de innovación y como grandes laboratorios para la vida que acontece cruzando el umbral universitario, por lo que se vuelve necesario un cambio hacia la horizontalidad del conocimiento en la toma de decisiones y en la diversificación de los recursos para el desarrollo del trabajo académico.
De igual forma, es imperiosa la necesidad de trabajar de manera cercana con el Gobierno, la sociedad organizada y los sectores productivos en torno a una vinculación efectiva que pueda coadyuvar en el diseño de agendas comunes para la atención de temas coyunturales de la sociedad en la que vivimos, la cual permita prevenir y anticiparnos a las demandas sociales y productivas.
La Red Universitaria ha sido para Jalisco la respuesta a la educación con mirada al compromiso social, a la innovación, a la cultura y al aprovechamiento eficiente de los recursos públicos disponibles y los conocimientos científicos generados. Esa red que nos permitió desconcentrar y regionalizar la vida universitaria para llegar a cada municipio y pequeña localidad de nuestro estado es un modelo que hoy debe transitar de la mano de los ciudadanos y de cada integrante de los sectores sociales hacia nuevos estadios que nos permitan abatir las asimetrías e incentivar el desarrollo sostenido y equilibrado que se refleje a la postre en una mejor calidad de vida para la población en su conjunto.
Así pues, esta agenda recoge la visión de nuestra comunidad universitaria y la de los sectores que integran la sociedad de Jalisco sobre cómo, desde la visión de la universidad, podemos aportar soluciones para afrontar los retos de una sociedad globalizada para ejercer verdaderamente el derecho a la educación y los derechos sociales; para afrontar la reconvención económica, coadyuvar al diseño de políticas públicas que abonen al desarrollo regional, al diseño de sociedades más justas y equitativas y, por supuesto, al fortalecimiento de la gestión universitaria y a cada una y uno de nuestros estudiantes. Este ejercicio nos coloca, además, frente a diversas realidades de las que, estoy seguro, construiremos un mejor futuro si actuamos en conjunto y si fortalecemos nuestros lazos con los entornos políticos, económicos, sociales y culturales.
Mtro. Luis Gustavo Padilla Montes
Rector del Centro Universitario